Me encanta el Partal. Un palacio anodino, sin leones que llamen la atención; austero en su concepción y desde luego el que menos fotografías se lleva cuando visitas La Alhambra. Disfruto de ese mirador, levitando sobre el barranco y esa torre vigía cuyo artesonado maravilloso se encuentra en Berlín, en un museo que lo recibió con los brazos abiertos cuando aquel alemán que ocupaba el palacio ruinoso únicamente pidió llevarse algo a cambio de devolver la propiedad del palacio al estado español. Nada que objetar. El Patrimonio descuidado a lo largo de los siglos está a buen recaudo en un lugar que nunca supieron enriquecerse de la cultura islámica.
Tras la borrachera de sensaciones que proporciona el Mexuar, el Palacio de Comares y el Palacio de los Leones, los visitantes suelen pasar de largo este palacio que yo considero tan especial. Su alberca es fantástica; su oratorio es magnífico y la fachada con sus arcos angrelados, su paños de decoración son bellos, recordando a la Giralda de Sevilla ( buscar alguna foto y disfrutarlo ). Pero he ahí que pude fotografiar su exterior. Como este palacio rojo deja su impronta a la vista desde el Albaicín. Junto a esas casitas nazaríes que siempre están cerradas, y dudo yo que el gentío visitara si estuvieran abiertas.
Llevaba tiempo sin pasear por el monumento más bello de España y tuve la sensación de estar en casa. No iba con alumnos; incluso en un horario poco frecuente. Quiero recordar que un par de veces he visitado La Alhambra por la tarde. Serán más, pero ya no las recuerdo.
En definitiva sin saber que quiero contar si que puedo decir aquello que frecuentemente lo que no llama la atención, lo lejano a lo mediático tiene una personalidad que a veces apabulla. Este palacio es sobresaliente, sin necesidad de retoques. Aporta originalidad y esencia. Tiene cuerpo. Probablemente el instante imborrable de esta última visita. Al perderlo de vista la oscuridad se hizo en la ciudad palaciega y las luces artificiales proporcionaron otra manera de interpretar cada uno de los monumentos, y sin quitar un ápice de la belleza, el Partal se mantuvo tan colosal que no he descansado hasta escribir estas letras.
Te debo una próxima visita. Esperemos que más pronto esta vez.