Mi relación con Barcelona, con Cataluña es de Amor, sin más. Mis primeras referencias musicales válidas estuvieron representadas por Loquillo y los Trogloditas. Es cierto que gran parte de su trayectoria es madrileña, pero siempre me encontré buscando aquel barrio donde se perdía un Cadillac Solitario o buscando la Avenida de la Luz ( el metro ) de la Ciudad Condal.
Me atrajo su urbanismo. Su diseño europeo, su arte modernista y sus raíces culturales, que yo encontré en un viaje descubriendo el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el barrio Gótico y el maravilloso valle de Boí Taüll. Me faltaron muchas cosas, demasiadas comarcas que ver y encontrar. Fugazmente observé Tarragona, Girona, la Seu de Urgell. Me gusta el fútbol, y de siempre prefiero al Barsa antes que al Madrid, incluso reconociendo la superioridad actual merengue. Y del Baloncesto, igual. Es curioso porque mi relación con aquella región podría muy bien ser otra. Allí emigró para no volver, al poco que yo hacía lo mismo a la otra punta de la península. Y sin embargo, 30 años después sigo mirando a Cataluña con respeto, admiración y cariño, apreciando su seny y criticando en qué se está convirtiendo.
Recientemente vi en el cine, en catalán ( con subtítulos ) Verano de 1993, preciosa película que muestra esa Cataluña del Interior, de Masías y cercana a la naturaleza. Ójala nos represente para los Oscar
En fin, hoy me sale el dolor por lo ocurrido. Me he sentido tan catalán y barcelonés, como me sentí madrileño anteriormente. Y sin condenar a nadie que no se lo merezca. Los terroristas son asesinos y no representan ni países, ni religiones ni civilizaciones. El peso de la libertad y la justicia caerá sobre ellos, y deseo que no paguen justos por pecadores.
El carácter cosmopolita y mediterráneo de Barcelona no se lo merece.