A principios del siglo XXI la Tyrell Corporation desarrolló un nuevo
tipo de robot llamado Nexus -un ser virtualmente idéntico al hombre- y
conocido como Replicante.
Los replicantes Nexus 6 eran superiores en fuerza y agilidad, y al
menos iguales en inteligencia, a los ingenieros de genética que los
crearon.
En el espacio exterior, los replicantes fueron usados como
trabajadores esclavos, en la arriesgada exploración y colonización de
otros planetas.
Después de la sangrienta rebelión de un equipo de combate de Nexus 6
en una colonia sideral, los replicantes fueron declarados proscritos en
la tierra bajo pena de muerte.
Brigadas de policía especiales con el nombre de unidades de Blade
Runners tenían ordenes de tirar a matar al ver a cualquier replicante
invasor.
A esto no se le llamó ejecución, se le llamo retiro.
Los Ángeles, Noviembre 2019
Probablemente necesitábamos Replicantes en nuestra carcomida sociedad . Su misión, lejos de realizar trabajos forzados o enfrentarse con las fuerzas del mal situadas desde Corea del Norte a Irán, sería la de aprovechar su inteligencia - inmaculada de años de perversión, corrupción y malicia - para recuperar el equilibrio y armonía de nuestro mundo. A su cargo, lo primero, fue establecer a los Blade Runners con la misión de proteger a los 12 Replicantes distribuidos en macro unidades políticas, y que se reunían en el Gobierno Mundial, rotativo en diversas ciudades del mundo, y donde recogían las sugerencias de los nuevos Ciudadanos.
Los Blade Runners tuvieron que hacer frente a múltiples resistencias. La desaparición de la economía de mercado, de las monedas, las acciones bursátiles y los lobbies de inversión, se tradujeron en durísimos enfrentamientos, que significaron la pérdida de un tercio de la población mundial. Las Guerras Económicas enfrentaron a los Blade Runners contra los múltiples ejércitos mercenarios y de algunas naciones rebeldes, seducidas por las promesas de preferentes con altísimos intereses. Aquellas promesas cayeron en vano. Desaparecieron todos los banqueros y especuladores del mundo, prohibiéndose los estudios económicos y empresariales, escuelas de negocios y amplías secciones del Derecho - laboral, mercantil - así como avezados empresarios que sólo verbalizaban a través del lucro. Israel desapareció bajo el fuego nuclear masivo e inmediato que Los Replicantes ordenaron. Se inició así la Segunda Guerra Nuclear, perdiéndose otra tercera parte de la población mundial. Las mafias rusas se declararon dispuestas a defender la causa del comercio sionista, y tuvo que ser igualmente sacrificado. Los Replicantes anularon los anticuados códigos nucleares soviéticos, haciendo inútil cualquier reacción de la mafia. Tuvieron que pasar 10 largos años para la definitiva rendición de las potencias secesionistas, y gran parte de los Blade Runners fueron sacrificados por la causa.
Finalmente, sólo quedaba solucionar un último problema. El Gobierno Mundial de los 12 Replicantes se reunieron durante 12 meses a fin de abordarlo. En previsión, la última generación de Blade Runners alcanzaron el nivel Fantastic: Seres humanos transgénicos con una fuerza sobrenatural. Sin embargo, los Replicantes no encontraron una mejor solución que aislar el último problema. Se dinamitaron los Pirineos, separaron Portugal de la Península Ibérica, transformándola en una Isla Permanente de Vigilancia donde los Blade Runners Fantastic situaron su base de vigilancia y operaciones, y el resto de la Península - España - tras unos movimientos inducidos de la nueva placa Hispana - se trasladó a latitudes antárticas, asegurándose que la desaparecida capa de ozono no pudiera regenerarse más allá del Cabo de Hornos.
Al año siguiente, y con el sensación de la misión cumplida, Los Replicantes abandonaron el Gobierno Mundial, dejándolo en mano de la depurada especie humana, transmitieron a los Blade Runners su lealtad absoluta , apostados en torno a España , con la única misión de salvaguardar a la nueva humanidad de cualquier contacto con los proscritos españoles.
El mundo podía finalmente respirar aliviado. Sin embargo, y no me pregunten porqué el planeta vivía sus últimos días.
Esa misma tarde en Amsterdam arribaba el Hespérides con una bandera roja y amarilla.
En su inscripción ponía Cristina de Bribón.