(placa en honor a Delibes en la calle Santiago
de Valladolid por su novela El Hereje )
( foto wikipedia )
Desde el Conde Ansúrez, fundador de la ciudad; Felipe II, su rey más legendario; José Zorrilla, su literato más reconocido en la ciudad, que cuenta con una de las avenidas más importantes, amén del nombre del estadio de fútbol; y exceptuando la deshonrosa creencia de que José Mª Aznar es de Valladolid ( es madrileño ) , que me disculpen los otros personajes ilustres, incluido José Luís Rodríguez Zapatero, pero D. Miguel Delibes es sin duda el personaje más vallisoletano y castellano que conozco.
No quiero desgranar su extensa obra literaria – La sombra del ciprés es alargada; El Camino; Las Ratas; El disputado voto del señor Cayo; Cinco horas con Mario; Los santos inocentes o su maravilloso libro El Hereje – ni pararme en su tarea periodística - en El Norte de Castilla – periódico vallisoletano por antonomasia – ni por esa otra pasión que tenía, como era la caza y la pesca – que practicó hasta que pudo.
Lo que me llama y me llamó siempre la atención de D. Miguel es que representa la esencia de lo que es un Castellano: recio, con carácter, coherente con sus pensamientos, y profundamente imbricado por aquellos espacios abiertos, la meseta y los páramos de Castilla, que con las heladas del invierno y los rigores del verano se trasladan al acerbo propio. Quizá Valladolid, en sus nieblas y sus dos ríos, con el peso de haber sido capital de cuando éramos Imperio, lugar del matrimonio de los Reyes Católicos y Chancillería de los Austrias, asumió esa esencia del castellano, tan firme y tan convincente en su acento, con sus licencias del leísmo, y con una mirada de nobleza y claridad que no he visto en ninguna otra latitud.
Por ello, por ser como es y representar lo que es Castilla, D. Miguel no ganó nunca un Nóbel de literatura; nadie lo reclamó; sus reconocimientos llegaron siempre tardíos y a destiempo; y su carácter agrio, sobre todo tras la muerte de Ángeles de Castro, su musa, y ese cáncer de colón que nunca le abandonó, propició que tuviera la grandeza de desaparecer cuando él se vio muerto, para saber estar hasta que le llegara el momento, este momento.
Como vallisoletano y castellano que soy, simplemente quiero darte las gracias por explicar tan bien lo que uno, en esencia, es. Tus novelas son el mejor testigo y permanecerán, por siempre, en el tiempo.