Hoy es el día. Pero no os voy a hablar de la presentación, de los nervios, ilusiones y sensaciones que se han ido acumulando y que se multiplicarán por mil cuando el reloj alcance esa hora.
Hace unos días recibí un mensaje de una ex alumna mía, ya toda una mujer con su carrera universitaria finalizada. Es de aquellos alumnos magníficamente preparados, con experiencia en idiomas y en el extranjero, y que empiezan abrirse camino en el mercado laboral de nuestro país, sin mirar el destino y el puesto, y con la mirada abierta al futuro, aunque el contrato sea como sea tanto en duración como en sus condiciones. Pero ahí están, y que te escriban para que al menos reciban tu aliento es todo un honor, y en cierta medida una continuidad en lo que es tu trabajo. La han destinado a Granada, emblemático lugar hasta hace bien poco porque era un destino donde iba con mis alumnos. Allí viví dos años y ahí situo gran parte de la acción de Sin Remedios. Comprenderéis que en las primeras páginas incluya, dentro de la dedicatoria, a mis alumnos, aquellos extendidos a lo largo de diversos espacios y tiempos, porque aparecen - si bien no son el centro de la trama- en la misma.
Hay maneras dispares, igual de reconfortantes, que estén todos en esta tarde, junto a mí, en la presentación.