Almuerzo en Amsterdam |
Caminar por la ciudad con la cámara colgada al cuello es un arma de captación instantánea. Tiempo hay que emplear para realizar una fotografía, sobre todo si es un monumento, por aquello del encuadre, la luz, bueno , toda esa teoría que debería saber uno para captar el instante, con todos sus detalles, y robarlo para perpetuarlo eternamente... pero también es la cámara para capturar lo fugaz, aquello que de repente se cruza, lo anecdótico.
Esta fotografía se ha convertido en mi favorita de Amsterdam. Era ya hora del almuerzo. Cansado de unas cuantas horas de caminar, disfrutando de los pocos rayos de sol que aparecieron en el intermedio del día, en una calle anodina, sin historia ni monumentos, sin canales, e incluso con más coches de los deseables para esta ciudad, en esos momentos, liberé la tapa del objetivo y retraté lo que estaba buscando: un frugal almuerzo, de una persona que, haciendo alto en su día a día, parapetada en una cómoda barandilla, bajo la protección de su abrigo y boina, se entregaba a un sandwich, supongo que sabrosísimo, con tan sólo dos testigos: el símbolo de la ciudad, por antonomasia, esa bicicleta, de las pocas que se mantenían de pie sobre una acera, y que muy bien pudiera ser la compañera de la ensemismada joven; y yo, que después de apretar el botón de la cámara, me detuve y contemplé el instante retratado en la pantalla y al bajar la cámara, como se perpetuaba fugazmente en el tiempo, con mi captura centrada en lo que era mi objetivo: un delicioso almuerzo. - Las interpretaciones aquí pueden ser tan variadas como el tipo de cervezas que se ofertan en los bares de Amsterdam -
Lo cierto es, que al pasar a su altura, y observar de cerca su rostro, la delicada pulsera de perlas que adornaba sus manos, aquellas que habían dado ya cuenta del sandwich anteriormente retratado, tuve la irrefrenable necesidad de acabar con tanta hambre.