La ciudad de los mil laberintos

Le faltaba el dedo gordo de su mano derecha y su universo ojo izquierdo por mostrarme.

Su boca, en cambio, y a pesar de estar completamente cubierta, era un mapa topográfico perfectamente cartografiado en mis geográficos pensamientos.

Su orografía de pocas palabras decía que era una boca pequeña, muy fina, y sus labios se arqueaban adoptando la forma del cuarto creciente, para soltar finalmente una intermitente risita, casi inaudible; sí, de esas típicas nerviosas y que salen presurosas por puro azar, casi como un suspiro, como un desmayo improvisado.

Aquella noche, en la ciudad de los mil laberintos de Marruecos, decidí seguir la senda de sus palabras, caminar como los que caminaban contigo, ciegos perdidos en el fondo de su mirada, ¿ para qué resistirse si fuera de ella no se podía ver nada y era tan laberíntica que una vez que entrabas en ella jamás hallabas la salida? Era inútil. Incluso cerrando los ojos, veías a través suyo. Contemplabas el mundo.

Atrapado pude ver las Curtidurías de Sidi Mussa, donde los tintes de su cuerpo pigmentaron el mío y su olor aniquiló mi pituitaria. Cada vez que respiraba, olía a ti, hasta amenazar taquicardia, latiendo en varios colores.

Me obsequiaste con los cantos de los niños entonando salmos, desde el minarete verde y blanco de la Mezquita de los Andaluces, y fugazmente me imaginé protagonista del El Collar de la Paloma, cuándo susurrabas " Mientras viva, no me apartaré de ti. Si alguien me dice: “Ya te olvidarás de su amor”, No le contesto más que con la ene y la o"

Desde esos cantos del Alminar iluminado, ciertamente me convertiste en verso refinado del Amor.

Y finalmente, al anunciarse la mañana en tus brazos, me bautizaste por mi verdadero nombre Ibn al-Ahmar, heredero de la dinastía nazarita de Granada, y por tanto habitante emigrado en ti. Exilio añorado.

Mientras que deambulo por Fez el Bali ( La Medina Antigua ) prisionero en el interior de tus retinas, sueño todas las noches con destapar, por entera y nuevamente tu rostro, para poder poseerte despierto, siquiera una vez más.


Homenaje a la ciudad de Fez, reaparecida, que no perdida, por arte de magia, en esa foto que dulcemente me atrapó en una hermosa noche de insomnio.

( Se lo quiero dedicar a Lux Aeterna, por lo mucho que con él disfruto y aprendo )

Y a Tere y a Fernando, hacedores de aquel viaje.